sábado, 24 de septiembre de 2011

Sonata de un soldado.

Volví a despertar, la ráfaga de disparos había sonado muy cerca. Abrí los ojos y me sorprendí al ver la luz del día… Otra vez.

¿Por qué desobedecí la orden de mi coronel? Ahora estaba en aquella trinchera enemiga abandonada, rodeado por decenas de cadáveres putrefactos al sol. Viendo facciones de terror en aquellos rostros desconocidos, que no eran de donde yo soy. Observando los galones, ahora inútiles, que todavía colgaban de sus roídos trajes y en sus manos, sus armas, imposibles de despegar…
Y yo tumbado entre medias, apoyado en la pared, como un maldito esqueleto que se mueve… Sin moverse, por que era incapaz de hacer otra cosa que no fuera dormir. No recuerdo como me dispararon, ni donde, sólo recuerdo estar aquí amontonado con los demás cadáveres.
No sé cuanto tiempo llevo aquí, perdí la cuenta de los amaneceres hace ya algunos… Sólo sé que tuve tanta hambre que el estómago y la cabeza me empezaron a doler, después desapareció como si hubiera comido, pero mi cuerpo, mi carne, mis músculos iban yéndose también… Tuve tanta sed que mis labios sangraron y mi lengua se secó y sólo podía beber cuando llovía… Ya ni siquiera olía el asqueroso olor de la guerra, ese olor a muerte pútrida, heces, sudor, gasolina, tierra quemada y pólvora…
Las moscas me comen, todos los insectos lo hacen…
Sólo puedo mirar. Y ya no odiaba a aquellos que estaban tumbados a mi lado, pero tampoco sentía pena ni compasión, no lograba sentir nada.
Unas cuantas ráfagas se escucharon muy cerca de allí y empecé a oír voces lejanas y después pasos. Con las armas levantadas apareció mi pelotón, en cuanto me ven las bajan.
Se están acercando a mi, no puedo creer que esto vaya a terminar. Quiero sonreír, pero no soy capaz de mover ningún músculo, tampoco puedo hablar.

- Está aquí…- Dice uno con voz cansada.

De repente han aparecido dos personas más con una camilla, me levantan y me tumban encima. Me palpan el cuello buscándome el pulso.

- No hay nada que hacer… Está muerto…- Dice mientras cierra los ojos.

¿Muerto, yo? No, no estoy muerto. Quiero gritar pero no puedo y van pasando uno por uno todos los chicos con cara de rabia y cansancio.

- Tio, vamos a ganar, vamos a ganar por ti…
- Ey, al menos te llevaste a algunos por delante…
- Valiente idiota… Te vamos a echar de menos.

El último me miró a los ojos y sonrió, puso sus dedos sobre mis pestañas y me cerró los ojos. Acercó su cabeza a la mía y con voz de mujer me susurró.

- Lo siento. Yo te he matado y por mi has muerto.

¿Cuándo? Era lo único que podía pensar mientras levantaban la camilla y comenzaban a andar entre el silencio absoluto, en el que ni los disparos se atrevían a molestar el duelo.
¿Cuándo había sido? ¿Cuándo había muerto? ¿Cuándo había perdido aquella guerra sin saberlo? ¿En qué momento pensé que aquello iba a salir bien? ¿En qué momento salió mal?
Yo había perdido en aquella guerra antes de combatir.
Yo perdí aquella guerra cuando dije de ir…

No hay comentarios:

Publicar un comentario