domingo, 25 de septiembre de 2011

Ironía.

Me di cuenta tarde de que era una extraña sensación. No era frustración, aunque tampoco arrepentimiento, y sin embargo tenía un poco de las dos.
Lo definí como ironía, no como la manera que podemos llamar a algo, sino como un sentimiento más.
Por que me sentía como si dos personas pelearan a muerte en mi cabeza, como si todo fuera bien y como si todo fuera mal.
Mis planes no han salido bien, de eso no hay duda alguna. Y ya tampoco importa demasiado…
Voy andando por esta calle que esta vacía y parece que va a llover… Todo va a terminar pronto, para mal.
Ha pasado lo impredecible, lo más improbable y es que todo, absolutamente todo, saliese del revés. E incluso mis pensamientos creo que ahora están del revés también.



Veo el final de la calle y me meto por otro callejón, sólo tengo ganas de andar.
Pienso, sólo pienso. No soy como creen que soy, ni pienso ni siento lo que creen que siento.
Ni mi mente, ni mi corazón, ni mi alma se dirigen al mismo camino que creen que me dirijo, pero ellos ya piensan que si, y no puedo hacer nada en contra de eso.
Aún recuerdo sus miradas, sus sonrisas… Sobre todo una, extrañamente temerosa, con ojos nadando en los míos buscando quizás una escusa, una respuesta o un algo que le dijera que todo aquello no era más que una mentira.
Y ojalá hubiera tenido el valor de decírselo, de decirle que todo era un sueño que en algún día habremos de despertar.
Ahora ella no está, se marchó sin despedirse y tampoco quise sus besos buscar. Y me arrepiento.
Me detengo y miro a mis pies. He llegado. Escalo la pequeña valla, cierro los ojos y caigo al vacío.
Mi último pensamiento: Ironía.

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