domingo, 19 de agosto de 2012
La sociedad del MIENTO.
Como una estaca clavada en el corazón, el silencio de la mente me atenaza. El peso de lo que no tiene solución y el recargar ante la inevitable amenaza.
Dolor en el cuello, angustia en el alma, silencio en los dedos que acusa la falta.
Quizás nunca dije lo que quise, quizás nunca pudo llegar a ser. Tormento de crías que no llegan al momento, que mueren sin entretenimiento y consentimiento, del “quizás-puede” que en viviendo, nunca pudieron creer.
Shhh. Callados, va a empezar la función, ahí sale la máscara picuda, con un botiquín en la mano pidiendo solución. Podrido por dentro, del dolar su religión, mirad, un nuevo caso de inocencia violación.
Ideas pútridas de cualquier movimiento, que no duran más de un seguimiento, lechosas manos de fingimiento que mueven cerebros sin sentimiento, y en todas ellas ¿Qué hay en común? Que todas ellas terminan en MIENTO.
¿Dónde se escondió el último amanecer?
De repente, la música se había ido y la luz apagado; y sin
darme cuenta, el día había tocado a su fin...
Te esperé, y te esperé durante horas... Y sólo obtuve el
silencio de respuesta.
Comprendí que aquellos petardos nunca calentaron mi corazón
más que la llama de una vela y que significaban menos que ella. Murió la
ironía.
Dijiste que la esperanza es lo último que se pierde, mientras
te sonreía intentando ocultar mis ganas de llorar.
Dime, ¿Dónde escondiste la sonrisa? La busco y no la
encuentro. Mira al horizonte y en diez minutos puede hacerse de noche. Oculta
el día.
Oculta el día bajo el velo de tu sombra, por que mi noche
empieza con el amanecer.
Y, entendí, que la oscuridad no pertenece a los ojos, sino
al corazón.
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