De repente, la música se había ido y la luz apagado; y sin
darme cuenta, el día había tocado a su fin...
Te esperé, y te esperé durante horas... Y sólo obtuve el
silencio de respuesta.
Comprendí que aquellos petardos nunca calentaron mi corazón
más que la llama de una vela y que significaban menos que ella. Murió la
ironía.
Dijiste que la esperanza es lo último que se pierde, mientras
te sonreía intentando ocultar mis ganas de llorar.
Dime, ¿Dónde escondiste la sonrisa? La busco y no la
encuentro. Mira al horizonte y en diez minutos puede hacerse de noche. Oculta
el día.
Oculta el día bajo el velo de tu sombra, por que mi noche
empieza con el amanecer.
Y, entendí, que la oscuridad no pertenece a los ojos, sino
al corazón.
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