jueves, 22 de septiembre de 2011

Sólo una vez...

Sólo una vez no pude. Sólo una vez mentí.



Un único momento en el que no logré mover ese cáliz dorado de la mesa, en el que la risa pasó a silencio. Sólo una vez bajé las dos manos, escondiendo las palmas entre los brazos intentando evitar que esos dos fuegos que siguen escritos con tinta indeleble en ellas me empezaran a quemar...

Sólo una vez mis párpados caídos desearon apagarse y esconderse entre los sueños oscuros, donde puedo sentir suavemente esa luz invencible cuando me roza los labios y me rodea, donde puedo volar sin ser ángel... Y tocar dulcemente esa estrella imposible que me trae y me lleva flotando por el firmamento a su antojo... Haciéndome desaparecer... Haciéndome brillar... Haciéndome sentir que nada es real...

Por eso es que en ese cáliz invisible no sólo había una verdad y una respuesta... También estaba lleno de una mentira y un silencio, mi alma viva y el mundo entero, ¿Cómo quieres, pues, que mueva tal peso?

No hay comentarios:

Publicar un comentario